39

Sem título (série "Camino del Llamo")

Juan Uslé (n. 1954)


Estimativa

20.000 - 30.000


Sessão

1 Junho 2021



Descrição

Óleo sobre tela
Assinado e datado 84-5 Santander

250x200 cm


Categoria

Arte Moderna e Contemporânea


Informação Adicional

Exposições:
"Cota Cero Sobre el Nivel del Mar", Real Jardín Botánico, Madrid, Spain, 1985, Cat. p. 51.

Proveniência:
Galeria Montenegro, Madrid;
Colecção Particular, Portugal.


Texto de Enrique Juncosa, Escritor e Curador

Esta obra pertence a um grupo de três quadros semelhantes que mostram troncos a flutuar na corrente de um rio, e com o mesmo título genérico, Camino del llamo. Um deles pertence à colecção do Lembachhaus, em Munique. Os três quadros estão também relacionados com uma série de 1983, intitulada “Los trabajos y los días. Las tentaciones del pintor”. Todos têm a ver com histórias e lendas locais da região de Miera, na Cantábria. Nesta altura, Uslé trabalhava nesta região, num moinho muito remoto, debaixo de algumas rochas altas e íngremes. O proprietário do moinho, ou uma enfermeira da aldeia, que o visitavam ocasionalmente, contavam-lhes diferentes histórias locais. Nessa altura, o lugar era isolado, pouco acessível devido às más ligações rodoviárias, e a vida por ali não era fácil. Houve muitos relatos de suicídios, e houve relatos frequentes de incesto. Uslé, tinha um machado muito afiado, um presente do seu pai, com o qual cortava árvores caídas para fazer lenha, ou para fazer pequenos móveis, pensando hoje que a pincelada agressiva destas telas possa estar relacionada com o seu trabalho com o machado, assim como o tema das obras.
Uslé diz-nos que quando cortava as árvores caídas carregava os troncos ao ombro, mas quando eram demasiado grandes tinha que se amarrar a eles e controlar a sua descida, nadando pelo rio até ao moinho, para que não fossem levados pela corrente; uma actividade que podemos definir como perigosa. Certa vez, Uslé cortou um olmeiro, o nome local de uma espécie de carvalho, rara na região, e teve a consciência pesada durante algum tempo por tê-lo cortado, apesar de a árvore parecer estar doente. Estes quadros com troncos referem-se a este episódio autobiográfico.
Os três quadros intitulados Camino del llamo mostram um tronco humano com cabeça, mas sem membros, que está embutido ou enxertado perpendicularmente no tronco de uma árvore que vemos flutuar num rio rodopiante. A imagem está pintada com uma certa brutalidade e rudeza, imitando a energia dos rios, que são rápidos e saltitantes nas suas partes mais altas antes de se tornarem mais largos e serenos nas suas partes mais baixas. O quadro é pintado como uma metáfora para esta ideia. Volume, geometria e gesto são misturados, unidos pela forma rápida como a tinta foi aplicada. A estranha figura resultante parece sair do próprio magma da tinta, da matéria em movimento. As cores, por outro lado, são dissonantes e expressivas, com verdes-esmeralda, azuis ultramarinos e vermelhos intensos. Tudo é ambíguo e apresentado com poucos detalhes. A cabeça do tronco humano, por exemplo, está colocada sobre uma área branca, que pode ser tanto uma auréola como a representação da espuma causada pelas quedas do rio vistas ao longe. Vemos também uma paisagem rochosa no lado direito, que é menos sugerida no lado esquerdo. Os quadros da série anterior também apresentavam troncos, embora as figuras tivessem braços, que emergiam por cima da cabeça.
A estranha combinação dos dois troncos nos três quadros da série Camino del llamo sugere tanto esculturas em madeira inacabadas como brinquedos danificados. Quando foram pintados, em meados dos anos 80, vivia-se o auge do movimento Neo-Expressionista, e artistas como Anselm Kiefer ou Georg Baselitz recebiam uma grande atenção crítica. Baselitz, além de pintor, é autor de esculturas de madeira esculpidas com machados, embora Uslé diga que quando pintou as telas não estivesse a pensar nestas obras. Pouco depois de pintar estas composições de troncos e rios agitados, em 1987, Uslé mudou-se para Nova Iorque. Ali pintará, primeiro, uma série de paisagens escuras, arrebatadoras e românticas
com referência, ainda, às exuberantes paisagens cantábricas e às histórias ali vividas, como a memória de um grande naufrágio. No final dos anos oitenta, pouco a pouco, o trabalho de Uslé tornou-se introspectivo e abstracto. Obras suas começarão, então, a integrar numerosas exposições sobre a Nova Abstracção, já́ no início dos anos noventa, adquirindo a partir daí um grande reconhecimento internacional.

(Original em Castelhano)
Esta obra pertenece a un grupo de tres cuadros similares que muestran troncos flotando en la corriente de un río, y que llevan un mismo título genérico, Camino del llamo. Uno de ellos pertenece a la colección de la Lembachhaus de Múnich. Los tres cuadros también están relacionados con una serie anterior de 1983, titulada Los trabajos y los días. Las tentaciones del pintor. Todos tienen que ver con historias y leyendas locales de la comarca del Miera en Cantabria. En esta época Uslé trabajaba en esta zona en un molino muy apartado, bajo unas peñas altas y escarpadas. El propietario del molino, o una enfermera del pueblo, que les visitaban de vez en cuando, les contaban distintas historias locales. El lugar estaba asilado por entonces, mal comunicado por malas carreteras, y la vida allí no era fácil. En esa época se reportaban muchos suicidios, y se hablaba de casos de incestos frecuentes. Uslé, mientras tanto, tenía un hacha muy afilada, regalo de su padre, con la que cortaba árboles caídos para hacer leña, o para fabricar pequeños muebles, y piensa que la pincelada agresiva de estas obras puede tener relación con su trabajo con el hacha, al igual que lo tiene el tema de las obras.
Uslé cuenta que cuando talaba los árboles caídos se llevaba los troncos cargados al hombro, pero que cuando eran demasiado grandes tenía que atarse a ellos y controlar su descenso nadando en el río hasta el molino, para que no se los llevara la corriente, una actividad que podemos definir como peligrosa. Una vez, Uslé cortó un llamo, el nombre local de una especie de olmo rara en la zona, y tuvo mala conciencia por haberlo cortado durante un tiempo, a pesar de que el árbol `parecía enfermo. Estos cuadros de troncos se refieren a este episodio autobiográfico. Los tres cuadros titulados Camino del llamo muestran un tronco humano con cabeza, pero sin extremidades, que está incrustado o injertado perpendicularmente en el tronco de un árbol que vemos flotando en un río revuelto. La imagen está pintada con cierta brutalidad y torpeza, imitando la energía de los ríos, que en su parte alta son veloces y saltadores, antes de volverse más anchos y serenos en sus partes bajas. La manera en que está pintado el cuadro es una metáfora de esta idea. Volumen, geometría y gesto están mezclados entre sí, unidos por la forma rápida con la que ha sido aplicada la pintura. La extraña figura resultante parece salir del mismo magma de la pintura, de la materia en movimiento. Los colores, además, son disonantes y expresivos, con intensos verdes esmeralda, azules ultramar y rojos intensos. Todo es ambiguo y plasmado con pocos detalles. La cabeza del tronco humano, por ejemplo, está situada sobre una zona blanca, que podría ser tanto un halo, como una representación de la espuma provocada por los saltos del río vistos en la distancia. También vemos un paisaje rocoso a la derecha, que está menos insinuado a la izquierda. Los cuadros de la serie anterior también mostraban troncos, aunque las figuras tenían brazos, que surgían por encima de la cabeza.
La extraña combinación de los dos troncos, en los tres cuadros de la serie Camino del llamo, sugiere tanto tallas de madera inacabadas como juguetes rotos. Cuando fueron pintados, a mediados de los años ochenta, se vivía la eclosión de los neoexpresionismos, y artistas como Anselm Kiefer o Georg Baselitz recibían una gran atención crítica. Baselitz, además de pintor, es el autor de esculturas de madera talladas con hachazos, aunque Uslé dice que cuando pintó los cuadros no pensaba en estas obras. Poco después de pintar estas obras de troncos y ríos revueltos, en 1987, Uslé se instala en Nueva York. Allí pintará primero una serie de paisajes oscuros, arrebatados y románticos que se refieren todavía a los frondosos paisajes cántabros y a historias allí vividas, como la memoria de un gran naufragio. A finales de los ochenta, poco a poco, la obra de Uslé se vuelve introspectiva y abstracta. Comenzará entonces a exponer en numerosas muestras sobre la nueva abstracción, ya a principios de los noventa, adquiriendo a partir de entonces un gran reconocimiento internacional.



Leilão Terminado